EL TURISMO CULTURAL UNA REALIDAD EN NUESTRA SOCIEDAD: MADRID E IBEROAMÉRICA.


 Por Laura Pastor Arranz
   


No vamos a entrar en discusiones académicas sobre el concepto de turismo cultural ni en sus diversas formas, tan debatidas en numerosos foros, así como en la edición de libros y revistas especializadas.
Hoy en día, el turismo cultural es aceptado por todo el mundo. Las agencias de viajes ofertan sus programas teniendo muy en cuenta esta concepción; diferentes organismos de promoción de las Administraciones Públicas- países, regiones, ciudades- son promocionados como “destinos de turismo cultural “.Los responsables de estos organismos hablan constantemente de potenciarlo, para ello, por ejemplo, se convocan ferias sectoriales de este tipo de turismo.. 
Se realizan tareas específicas tales como la convocatoria de cursos  de especialización en universidades, o se imparten asignaturas en los Grados de turismo o en los de Gestión Cultural, realizándose también investigaciones y tesis bajo este paraguas de formación académica. El turismo cultural es  ya nuevamente una realidad en nuestra sociedad y en concreto en la Comunidad de Madrid.
En nuestro país, podemos decir que el punto de partida como verdadera preocupación y ocupación oficial- no queremos expresar que con anterioridad no existiese o se comercializara el turismo cultural - comienza en el año 2002 con la celebración en la ciudad de Salamanca del” I Congreso Internacional del Turismo Cultural” donde se analizaron desde diversas áreas su situación, así como la presentación de numerosas experiencias
De este Congreso, me parece interesante  destacar esta reflexión ´´ El turismo cultural es un producto delicado. Significa hacer accesible nuestra cultura a públicos muy diversos y especializados, y requiere, por consiguiente, una especial preparación no solo en las técnicas de mercado y de gestión, sino, sobre todo, en valores y contenidos que incluye y transmite. Con ellos tenemos que crear una marca específica que nos distinga y nos haga más competitivos.´´ ( palabras de  Don Juan Carlos I en su inauguración).
El turismo cultural español- y en concreto el de la Comunidad de Masdrid-- se organiza y se abre a los mercados nacionales e internacionales todavía quizás de forma algo ralentizada. En este sentido nos queda ,pues, un largo camino por recorrer.

Por primera vez el Gobierno desarrolla el”'Plan de Promoción Internacional del Turismo Cultural 2010-2012”  que realizan conjuntamente los Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y Ministerio de Cultura. Una oportunidad para posicionarse en los mercados internacionales, compitiendo con otros países que llevan años actuando en estos mercados para atraer las corrientes de viajeros y turistas interesados por  cultura
Con los avances que ha logrado el turismo a nivel mundial, y que parte de este desarrollo ha sido producto del estudio analítico de la sociedad, existe el compromiso de seguir tomándola en cuenta en su contexto, respetando idiosincrasias y puntos de vista, así como el fomento de políticas y expectativas de los gobiernos que vengan a favorecer el desarrollo de esta actividad tan importante en el desarrollo de los pueblos.
El turismo cultural se convierte, en este contexto, en una de las tipologías turísticas que, como reconoce la OMT (2002), “está aumentando con mayor rapidez que la mayoría de los segmentos del turismo y, sin lugar a dudas, que la tasa de crecimiento del turismo en todo el mundo”, hasta el punto- señala- de que “los destinos que ofrezcan programas turísticos culturales estarán en una posición de ventaja respecto a los destinos que consideran el marketing del turismo desde una perspectiva tradicional”. En este sentido, la propia OMT ha estimado en un 37 por 100 los viajes que tienen algún componente cultural, con una evidente progresión. En España este porcentaje no  llega al 10%.
No cabe duda de que los conceptos de ocio y turismo cultural han influenciado intensamente en la necesidad de adoptar nuevas posturas y consideraciones frente al patrimonio cultural y su gestión.
La aparición de grandes masas de consumidores de ocio cultural, y de grandes flujos de turistas culturales, con sus consiguientes efectos negativos y positivos sobre el patrimonio, han forzado un proceso de reflexión que aún no ha terminado, y en el que tampoco están aún escritas, ni mucho menos, todas las respuestas sobre los temas palpitantes de la gestión turística del patrimonio cultural.
Podría decirse que hoy todos los estamentos administrativos e institucionales que tienen algo que ver con la conservación o la gestión del patrimonio cultural, tienen entre sus principales preocupaciones el qué hacer con los flujos de visitantes y turistas, y cómo rentabilizarlos más adecuadamente, según los casos, o cómo captarlos y retenerlos.
            El patrimonio cultural-en cuyo seno los museos son un aspecto esencial-es cada vez más amplio y actual. Ya no está formado solamente por aquellas obras que poseen un alto valor estético, simbólico o artístico sobradamente reconocido, sino por cualquier manifestación o rasgo propios del grupo que los crea o identifica. Así se reconocen también como patrimonio los testimonios inmateriales o intangibles: tradiciones, usos y costumbres, cuentos, tradiciones orales, etc. Es decir la “cultura intangible” es una motivación importante para los productos de turismo cultural.
Desde esta nueva perspectiva se tiende a superar la actitud de mero conservacionismo físico, adoptando modelos de conservación integrada a través del conocimiento, uso y disfrute del patrimonio por parte de toda la sociedad. La clave sería aquí “disfrutar conservando“. En este aspecto, se insiste mucho en la socialización del patrimonio dentro de estos esquemas de gestión: los modelos de gestión no deben ser, en ningún caso, excluyentes de las capas sociales más desfavorecidas, incluso en los aspectos netamente turísticos.
El turismo cultural también se socializa y se subvenciona desde las administraciones públicas, y los ejemplos en España y Europa son innumerables.
 Desde estos planteamientos, el individuo y la sociedad deben participar activamente en este proceso, o lo que es lo mismo: si se asume que el patrimonio es todo lo que “un colectivo crea y en lo que se reconoce y sobre lo que además, adopta una actitud consciente y provechosa” (Consejería de Cultura, 1996), aquellos elementos que no estén al servicio de la sociedad pierden su función patrimonial.
 Se abre así todo un abanico de posibilidades alrededor de la nueva noción de uso del patrimonio cultural que se concretan en la definición de estrategias encaminadas a favorecer su comunicación, explotación y exposición.
El patrimonio deja de contemplarse como una carga que genera gasto y se posiciona como un recurso asociado al desarrollo cultural, social, educativo y económico. Y, en este marco, es lógico que las políticas de gestión del patrimonio más vanguardistas pongan mayor énfasis en incorporar actividades que complementen las de preservación, arbitrando acciones de promoción y desarrollo compatibles con su conservación.
            En definitiva, la consideración del patrimonio cultural como un recurso productivo se plantea en la actualidad desde dos perspectivas básicas: a) el impacto económico generado por las denominadas industrias culturales y algunas instituciones netamente patrimoniales, y b) el que producen los efectos de mercado derivados del desarrollo de actividades de turismo y ocio basadas en recursos del patrimonio..
El sector turístico, además de la importancia económica que conlleva, tiene una influencia decisiva tanto en el conocimiento, difusión y conservación del patrimonio mundial, como en la vida diaria de muchos colectivos sociales, no sólo por los resultados positivos que el turismo produce en el patrimonio cultural, sino  también por los efectos económicos, sociales y culturales.
En nuestro caso, Madrid presenta para Iberoamérica  un marco inigualable de turismo cultural por la riqueza de su patrimonio histórico y cultural. Enclaves importantes, por ejemplo, son los museos, como el de América.
Estrechar la relación entre  el turismo cultural  y los museos madrileños es una excelente perspectiva  para poner de relieve el papel y la importancia que los museos pueden desempeñar en el fomento del turismo cultural sostenible-en este caso hacia el mundo iberoamericano- ya que pensamos que los museos son depositarios  de patrimonios importantes de los pueblos, motivación esencial para atraer, fijar y envolver el interés del turista por ese patrimonio y por la cultura en general.
En este sentido, Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, explicaba recientemente en declaraciones a TVE: "Los museos han pasado de ser custodios de las colecciones a ser instituciones obsesionadas sobre todo por el público y ahora la tentación para los museos es lanzarse a tumba abierta a competir con la industria del entretenimiento".
            También en relación con Iberoamérica, recursos como la toponimia de las calles y monumentos de Madrid son un poderoso atractivo lleno de  afectividad para estos visitantes que se identifican con ellos: Plaza del Perú, Avenida de América, monumento al presidente Cárdenas de México, etc. Esto nos indica que un objetivo fundamental de la gestión del patrimonio consiste en comunicar su significado y la necesidad de su conservación tanto a la comunidad anfitriona como a los visitantes.

El acceso físico, intelectual y/o emotivo, sensato y bien gestionado a los bienes del patrimonio, así como el acceso al desarrollo cultural, constituyen al mismo tiempo un derecho y un privilegio.

Madrid debe ser un ejemplo, en este sentido, para cualquier País o visitante particular y  especialmente, para los iberoamericanos que viven en esta Comunidad  o la visitan temporalmente .De ahí que debamos reforzar la idea de que  el turismo sigue siendo uno de los medios más importantes para el intercambio cultural, ofreciendo una experiencia personal, no sólo acerca de lo que pervive del pasado, sino de la vida actual

El turismo madrileño, en general, pensamos  que debe y puede captar los aspectos económicos del Patrimonio y aprovecharlos para su conservación generando fondos, educando a la comunidad e influyendo en su política.

Se pueden descubrir numerosas oportunidades y posibilidades conociendo la valiosa interacción existente entre las inclinaciones y expectativas de los visitantes, y las aspiraciones y deseos de las comunidades anfitrionas o locales. Pensamos que el patrimonio cultural- en este caso el de Madrid - su diversidad y la cultura que lo conforman constituye el máximo atractivo  de su turismo.

Debemos considerar también con firmeza que el turismo mal gestionado con cortedad de miras, así como el turismo considerado como simple crecimiento, pueden poner en peligro la naturaleza cultural, su integridad y sus características identificativas.

El turismo debería aportar beneficios a la comunidad anfitriona y proporcionar importantes medios y motivaciones para cuidar y mantener su patrimonio y sus tradiciones vivas.

Los programas de conservación del Patrimonio y los del turismo, deberían ofrecer contenidos de máxima calidad para optimizar la comprensión del visitante a cerca de sus características más significativas y la necesidad de su protección, haciéndole capaz de disfrutar adecuadamente de su visita.


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