LA CULTURA Y SU VALOR EN IBEROAMERICA, por Alfredo Pastor Ugena


Sabemos que la cultura está articulada por el entramado de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras formas de relación y de comunicación, nuestra creatividad y la expresión de nuestro ser. Podríamos decir que la cultura- en sentido amplio- asigna identidad a nuestra vida individual y colectiva.

            Es preciso, por tanto, situar la cultura en el centro de los debates sociales, fortalecer sus expresiones y hacer partícipes a todos los ciudadanos de su riqueza. La cultura no es sólo patrimonio del pasado, sino un sistema  vivo y dinámico que se recrea constantemente.
            Cada sociedad, cada pueblo, cada grupo cultural debe sentirse respaldado y reconocido en lo que más valoran de su historia, de sus visiones del mundo, de sus tradiciones y de sus expresiones, es decir de su cultura.
            En el caso de Iberoamérica, dotada de la riqueza de los desafíos de su diversidad cultural, sus culturas reflejan esa multiplicidad, fruto de los avatares de su historia y de los recursos de su inteligencia y de su imaginación.
            La diversidad cultural iberoamericana se manifiesta no sólo en las diferentes formas en que se expresa, enriquece y transmite su patrimonio cultural, sino también mediante la variedad de sus expresiones culturales que afloran a través de los distintos modos de creación artística, producción, difusión, distribución y disfrute de las expresiones más genuinas de su patrimonio.
            ¿Existe Iberoamérica como patrimonio cultural diferenciable? La personalidad iberoamericana es indígena, africana, mulata, mestiza y, a través de la Península Ibérica, mediterránea, griega, latina, árabe, judía, cristiana y laica. Todo ello hace que Iberoamérica sea un espacio privilegiado extenso y diferenciado para dialogar con los demás, que nunca serán los que sobran-las minorías- sino los que aún  son capaces de sentirse unidos: los demás.
            Conocemos que a lo largo de los siglos, los países iberoamericanos han tejido una red de lazos de sangre, lenguas, expresiones, narraciones, credos, valores e historias compartidas que fortalecen su identidad y les posibilita un lugar privilegiado en el mundo.
            Esa riqueza, sin embargo, se enfrenta con serias dificultades para extenderse a todos los pueblos y llegar a la propia vida de las personas. La pobreza, en muchas ocasiones extrema, las profundas desigualdades , la marginación de lenguas y culturas, de los pueblos originarios y afrodescendientes, así como la escasez de recursos públicos y privados para apoyar el desarrollo, el acceso y participación de todos en los bienes económicos , sociales y culturales, limitan enormemente el futuro de su patrimonio primordial.
            Sin embargo, hoy nos encontramos ante un momento histórico inmejorable. En 2009 y 2010 se inició para la gran mayoría de los países iberoamericanos la celebración de los Bicentenarios de su independencia. Una conmemoración que habrá de extenderse hasta 2011. Es, pues, una etapa que estará atravesada por el reencuentro con las raíces culturales de los pueblos y por el planteamiento de acciones concretas que permitan hacer frente a los retos históricos.
            En este sentido, no debemos olvidar el apoyo de la UNESCO a estas directrices en su Declaración Universal de la Diversidad Cultural y en la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, donde se defiende de forma nítida la diversidad cultural como patrimonio de la Humanidad.
                        El espacio geográfico más aproximado que conocemos como Iberoamérica está poblado por unos 564 millones de habitantes-casi la décima parte de la población mundial-, en un territorio de 22 millones de km2- casi un quinto de la superficie terrestre- con la fortuna de compartir dos lenguas mayoritariamente nacidas de la misma matriz latina-el español y el portugués- , y de mantener muchas más, expresión de la presencia y de la riqueza cultural de los grupos originarios de esas sociedades.
            Podemos afirmar que Iberoamérica tiene una formidable cantera de recursos humanos, de memoria histórica y patrimonial, de bienes culturales ancestrales, y otros actuales en incesante y masiva producción, de creatividad e imaginario incalculables. Se trata de una comunidad con una tradición compartida, fundamentada para un posible y esperanzador futuro común, y una identidad que, aunque multifacético, la diferencian de las otras grandes comunidades culturales.
            Es obvio que la cultura iberoamericana –como todas las demás-está inserta en una sociedad tecnológica y globalizada, navegando entre pobreza y desigualdad. Estas se manifiestan también en el retraso educativo de amplios sectores de la población, reproduciendo las diferencias existentes entre los más pobres y los más ricos. Basta señalar que existen cerca de 34 millones de personas analfabetas, lo que supone casi el 10%  de la población. Y que la cifra de jóvenes y adultos que no han culminado la educación primaria, se sitúa cerca de los 100 millones de personas.
            En este proceso, el reconocimiento creciente de la libertades y los derechos culturales como nueva dimensión de los derechos fundamentales, debe ser valorado como una respuesta positiva frente a las restricciones, exclusiones y discriminaciones relacionadas con las creencias religiosas, la lengua materna, los modos de vida, el color de la piel, las características regionales, los orígenes nacionales o la pertenencia a una determinada etnia.
            En una sociedad con índices de desigualdad tan extremos compila iberoamericana, la formación de ciudadanos libre cultos y solidarios, debe ser establecida como una de las estrategias principales que puedan contribuir, por el compromiso colectivo de los diferentes sectores sociales, a superar la pobreza, la marginación y la inequidad. Y, en estrecha correspondencia, no se puede desarrollar una educación capaza de cumplir estos objetivos si no se incorporan en las escuelas de forma activa, participativa e innovadora la claves de la cultura de nuestro tiempo, en las que el pasado está siempre presente.
            Podemos preguntarnos cuáles son los problemas pendientes de la cultura iberoamericana. En primer lugar destacamos la desigualdad. La cultura iberoamericana está dañada por ella. Las muy ricas y valoradas expresiones culturales no están a disposición de todos, ni posibilitan a muchos creadores individuales y colectivos salir de la pobreza. La cultura no alcanza a convertirse en factor de desarrollo y de participación ciudadana. Además falta una valoración real de la propia diversidad: la diferencia suele ser fuente de desigualdad.
            Entre los documentos que defiendan en la actualidad  la cultura iberoamericana, se encuentra la Carta Cultural Iberoamericana cuyos ejes vertebradotes se sitúan en os derechos culturales, el patrimonio cultural y natural, material e inmaterial, las industrias culturales y los vínculos entre la cultura y el desarrollo, la educación y la formación, la innovación, la economía, el empleo, el medio ambiente, el turismo, la ciencia, la tecnología y los medios de comunicación.
            La Carta Cultural compromete a los gobernantes a adoptar medidas políticas, leyes, resoluciones administrativas que posibilitan alcanzar los fines que la carta postula: tienen que obligarse a afirmar el valor central de la cultura, han de promover la diversidad cultural, tienen que consolidar el espacio cultural iberoamericano y han de facilitar el intercambio de bienes y servicios.
            Dos conceptos básicos la sustentan :la idea de que la diversidad cultural es una condición fundamental de la existencia humana y de que sus expresiones constituyen un factor clave para el avance y el bienestar de la Humanidad y, por tanto, del espacio cultural iberoamericano. Y la convicción, en segundo lugar, de que es posible construir nuevos modos-horizontales, estrategias e igualitarios- de entender la cooperación entre los pueblos, las naciones y los gobiernos.
De la confluencia de ambos se concluye que la diversidad cultural en la región iberoamericana debe ser promovida, ejercida y practicada desde la cooperación, entendida como expresión de la voluntad política de construir y de reafirmar una comunidad de naciones que compartan una historia, unas lenguas y una cultura común.
La Carta Cultural Iberoamericana fue aprobada de forma unánime en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Montevideo en 2006.
Iberoamérica ha sido y es una idea por construir , y a la vez una comunidad efectiva con sustento histórico plena de desafíos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario